¿Cómo saber si es amor verdadero? Así descubrí que estábamos hechos el uno para el otro

Cuando era pequeña, creía que el amor era toda una historia al pintoresco estilo de los cuentos de hadas. Imaginaba que nos conoceríamos en un parpadeo y que el amor a primera vista surgiría solo así, sin bases previas ni largos diálogos. Por años esperé que el amor apareciera sin aparente esfuerzo. Pero, no fue así. Una historia de llorosos desamores me demostró que el amor no toca puertas.

Tras una experiencia de conversión profunda, un día, ilusionada por discernir mi vocación, me topé con esta cita: «Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanecerá entre nosotros, y su amor será manifestado plenamente» (1 Juan 4, 12).

Y así, como un rayo de sol apuntando sobre mi cabeza, nació en mí un profundo interés en el tema. Quería saberlo todo. Leí muchísimo y oré mucho más. Todo para, al poco tiempo, darme cuenta que amar es una decisión. Esto revolucionó mi vida entera.

El amor es el principio y fin de todo

Nosotros mismos fuimos creados por amor, por eso amar se convierte en una «patente» que solo posee la humanidad. En la vocación del matrimonio, cada persona, en una decisión libre y legítima, elegirá a quién amar por el resto de su vida. Pero, no será una decisión ni fácil ni inmediata.

El amor verdadero no se encuentra, se construye

Cuando comprendí esto, sentí una bocanada de aire fresco en el rostro. El amor se va construyendo día a día, es flexible, cambia y evoluciona, requiere de tiempo y esfuerzo. Pero, solo si es amor verdadero, crecerá al superar todos los posibles obstáculos que se presenten.

No hay nada más honesto y real que el amor verdadero, aquel que va creciendo paso a paso y que se fundamenta en las bases principales de la relación, poniendo a Dios mismo en primer lugar.

El amor verdadero existe, pero no encuentra su principal referencia en la literatura o el cine, sino en el amor mismo que podemos sentir por Dios hacia nosotros. Siguiendo este modelo, el amor verdadero:

— Está concentrado en el otro. Cuando el amor empieza dando cara al prójimo, le hace honor a su verdadera definición. Cuando en principio buscamos el beneficio propio, el egoísmo corrompe todo buen propósito y gobierna una relación vacía.

— Habla con la verdad. El amor verdadero siempre rechazará la falsedad y cualquier tipo de mentiras.

— Busca el bien. Quien te ama te guiará a hacer lo correcto siempre.

— Duele. Sí, esta cualidad podría sorprender, pero quien realmente ama, renuncia a sí mismo por el bien del amado. Esto, implica algunos sacrificios, de ahí que venga la famosa frase «ama hasta que duela».

— Se demuestra. Aquel que ama, lo expresa, en detalles, en tiempo, en dedicación, en interés…. Así, el amar se convierte en la elección más importante de todas.

La cruz que nos unió

Cuando conocí la verdad, supe realmente lo que buscaba. Rogué profundamente a Dios y a la Virgen, por mi futuro esposo, por su salud, por sus decisiones, por su familia y por su santidad. Entendí que conocería al hombre con quien compartiría mi vida, en un proceso lento, pero que Dios, sin duda alguna, lo guiaría a un buen final.

Un día, al terminar una hora santa, fue Él mismo quien nos presentó. Salimos por algunos meses. Hablamos de todo y acordamos que la voluntad de Dios sería la piedra angular en nuestra relación.

Tiempo después, al salir de misa unos monjes franciscanos nos vendieron unas pulseras con cruces de madera. Las portamos a partir de ese momento como un signo de fidelidad a Dios y entre nosotros.

Poco a poco, construimos una relación de noviazgo sólida en la que, a pesar de los obstáculos, supimos reconocernos dóciles ante la búsqueda del bien mutuo. Hoy, después de varios meses de relación, nos encontramos comprometidos en buscar la santidad del otro a través del matrimonio.

Jamás podremos expresar lo mucho que valoramos el haber edificado una relación cristocéntrica y con miras en la eternidad al amar al otro. Hemos puesto nuestra plena confianza en Dios y no nos ha defraudado. A Él encomendamos nuestro futuro.

Mi consejo

Si tu vocación es el matrimonio, esfuérzate por construir un amor puro y libre. Uno en el que por un deseo propio y pleno el bien del otro sea la meta, y deja el proceso en manos de Dios, de quien solo emana el más puro y perfecto amor. ¿Cómo saber si es verdadero? Es fácil, pregúntaselo a Dios. Él es el experto.

¡Oro por ti!

Fuente: Catholic Link